Todas las actividades que lleva a cabo la empresa responden a una misión que se establece desde el punto de partida de su creación. Esta misión se subdivide en una serie de objetivos sujetos a distintas variables (tiempo de ejecución, naturaleza o contenido del objetivo) que la empresa se marca para perpetrar su desarrollo.
Para el alcance de tales objetivos es necesaria una serie de estrategias cuya organización marca la pauta de actuación de todos los empleados bajo la supervisión de los distintos responsables a varios niveles jerárquicos.
Si todo este aparato se obvia, lo primero que se ha de tener en cuenta es el riesgo que conlleva el hecho de que estas estrategias no sean diseñadas por una misma persona que actúe como el cerebro interconector de los elementos que forman parte de la realidad compleja y cambiante de la empresa.
Pese a que esta persona pueda tomar las decisiones conjuntamente con un aparato de gestión y asesoramiento, se ha de tomar como el referente para toda la organización (desde los jefes encargados de la supervisión del personal hasta el último empleado de la empresa).
Sólo así se podrá salvaguardar la coherencia de la empresa y todas sus actuaciones, además de que se asegura la previsión de las consecuencias de posibles problemas que puedan producirse.
En el caso de las empresas de organización alternativa, el funcionamiento se efectúa a modo de asamblea, es decir, que cada persona de la empresa puede tomar parte en la toma de decisiones y aporta sus ideas en cuanto a la actividad de la misma. Esta forma en principio tan simple puede conllevar el germen de la destrucción de la empresa, porque para llevarla a la realidad cada persona ha de estar en un mismo nivel de implicación. Se trata de un juego de presión y distensión; a saber, si todos los miembros que forman parte del conjunto deliberador tiene una misma responsabilidad intrínseca en todos sus actos, o si por el contrario, es necesario la figura de una persona que supervise el modo de implicación de los trabajadores.
Hay que señalar que con este modelo empresarial se elimina toda diferencia en cuanto a retribución. Si todos los integrantes de la empresa no tienen diferencias en cuanto a su puesto (ya que toman decisiones, emplean su tiempo en el buen funcionamiento, controlan los resultados aportan soluciones para posibles desviaciones en el desarrollo de la actividad, etc) la contraprestación económica por los servicios prestados ha de ser la misma que el resto de sus colegas.
Este modelo organizativo exige por tanto, de unos profesionales, en el caso de la empresa informativa, altamente formados tanto en materias referentes a la información y toda la responsabilidad que conlleva el oficio, como en ámbitos de gestión empresarial. Ellos mismos son empleados, manipuladores de la información y además directivos. Responsables éticos y económicos de los resultados de su actividad y también del efecto que tiene ésta en la sociedad.